Chile lleva años intentando que su paisaje vitivinícola, esa combinación de historia, viñedos y cultura rural, sea reconocido como Patrimonio Mundial por la UNESCO. En 2025, el país dio un paso importante: el Paisaje Cultural Vitivinícola del Pisco Chileno fue inscrito oficialmente en la Lista Tentativa de la UNESCO, el registro previo a una candidatura formal.
Un proyecto que fermenta hace más de una década
La idea de postular los valles del vino de Chile no es nueva. Desde hace más de diez años, investigadores y académicos han planteado la necesidad de reconocer la cultura vitivinícola como un patrimonio vivo. El Centro del Patrimonio Cultural UC publicó en 2015 el libro Patrimonio vitivinícola: aproximaciones a la cultura del vino en Chile, donde se analiza cómo el paisaje del vino reúne historia, arquitectura y tradición campesina.
En la misma línea, el artículo “Viñas chilenas como Patrimonio de la Humanidad”, publicado en Revista INVI (2021), sostiene que el valor del vino chileno trasciende lo productivo: “es un paisaje cultural que condensa siglos de trabajo, identidad y memoria colectiva”.
El avance concreto: el caso del pisco chileno
El 28 de enero de 2025, la UNESCO incorporó el “Chilean Pisco Vine and Wine Cultural Landscape” a su Lista Tentativa, según confirmó el Servicio Nacional del Patrimonio Cultural. Este territorio, ubicado entre las regiones de Atacama y Coquimbo, representa la tradición pisquera como una expresión cultural y económica única en el norte del país.
El ingreso fue celebrado por productores y autoridades en el Valle del Elqui, quienes destacaron que esta postulación es “el primer paso para consolidar una identidad territorial con reconocimiento global”.
Los valles del centro-sur aún esperan su turno
A diferencia del norte, los valles del Itata, Maule y Colchagua —considerados el corazón del vino tradicional chileno— todavía no han ingresado a la Lista Tentativa.
Como explica el sitio especializado ArchDaily, el desafío radica en articular una propuesta nacional que coordine a ministerios, regiones y actores privados.
En esos valles aún se cultivan cepas patrimoniales como la País y la Carignan, variedades que llegaron con los colonizadores españoles y se mantienen gracias al trabajo familiar y a la resistencia campesina.
Patrimonio, identidad y turismo sostenible
Según el libro del Centro del Patrimonio UC, el reconocimiento del paisaje del vino como patrimonio cultural no solo aportaría visibilidad, sino también herramientas de conservación y desarrollo.
El estudio “Viñas chilenas como Patrimonio de la Humanidad” agrega que este tipo de declaratorias impulsa el turismo cultural sostenible y la protección de territorios rurales que hoy enfrentan amenazas por el cambio climático o la expansión urbana.
Lo que viene
De concretarse, Chile podría contar con dos paisajes vitivinícolas reconocidos por la UNESCO: el del pisco, en el norte, y el de los valles del vino en el centro-sur. Sin embargo, antes de llegar a esa instancia, el país deberá cumplir con etapas técnicas y diplomáticas, como definir el bien, justificar su valor universal y presentar un plan de manejo que garantice su conservación.
El camino es largo, pero las ganas de que el vino chileno sea reconocido como más que una bebida, se mantiene firme.



