La acidez es uno de los pilares fundamentales del vino, junto con el cuerpo, los taninos, el alcohol y el dulzor. Pero ¿qué significa exactamente que un vino tenga “acidez” y por qué este atributo es tan valorado por catadores y enólogos?
¿Qué es la acidez en el vino?
La acidez en el vino se refiere a la presencia de ácidos naturales provenientes de la uva y del proceso de fermentación. Los principales son el ácido tartárico, málico y láctico. Estos compuestos aportan frescura, vivacidad y equilibrio al vino, actuando como un “marco estructural” para el resto de sus componentes.
¿Cómo se percibe?
Un vino ácido se siente como un leve cosquilleo en la lengua, o una sensación de “agua en la boca”, similar a lo que ocurre al comer una fruta cítrica. Es esa cualidad refrescante que hace que un vino sea más liviano, elegante o jugoso. En boca, estimula las glándulas salivales y provoca ese “click” que nos hace querer dar otro sorbo.
¿Por qué importa la acidez?
- Equilibrio: Un buen vino siempre busca el balance entre acidez, dulzor, alcohol y estructura.
- Longevidad: La acidez ayuda a que un vino envejezca bien, sobre todo en los blancos.
- Maridaje: Los vinos con buena acidez combinan mejor con alimentos, cortan la grasa y realzan sabores.
¿Qué influye en la acidez de un vino?
- Clima: Climas más fríos (como Casablanca o Limarí) suelen dar vinos con mayor acidez natural.
- Cosecha temprana: Uvas cosechadas antes conservan más acidez.
- Cepa: Algunas variedades como Sauvignon Blanc o Riesling son naturalmente más ácidas.



